Por: CARLOS ALBERTO MONTANER
(FIRMAS PRESS) Michelle Bachelet y Sebastián Piñera hicieron unas buenas campañas electorales, vistosas y modernas. Unos días antes de los comicios los encuestadores hicieron sus vaticinios: Michelle Bachelet, una médico socialista de 54 años, políglota, ex Ministra de Sanidad y Defensa, debía ganar por aproximadamente cinco puntos. Media hora después de cerradas las urnas se confirmaban las predicciones: la doctora Bachelet había obtenido un 53 por ciento de los votos, frente al 46 de su oponente Piñera, uno de los mayores y más exitosos empresarios de Chile. Inmediatamente, Piñera reconoció el triunfo de Bachelet y le deseó suerte.
A estas alturas, claro, la noticia no es quién obtuvo la presidencia, sino que en el terreno electoral Chile exhibe un comportamiento de nación desarrollada y predecible, dato que nos permite hacer la siguiente observación: esa sociedad, felizmente, ya pasó el umbral de la sensatez. Es la excepción en América Latina. Está a prueba de locos y de desbarajustes. No caben los Hugo Chávez ni los Evo Morales. No puede salir de la nada un racista como el peruano Ollanta Humala, que súbitamente pone en peligro la estabilidad general del país con proposiciones cuarteleras sacadas del corporativismo fascista. La izquierda que gobierna en Chile es la de Tony Blair o la de Felipe González. Una izquierda que en lugar de estatizar los bienes de producción, estimula a la empresa privada y dicta medidas para facilitar el funcionamiento del mercado. Una izquierda que firma tratados de apertura comercial con Estados Unidos, con el Mercosur, con la Unión Europea y con Corea del Sur, porque aprendió que la prosperidad creciente de los chilenos depende, en gran medida, de esos intensos intercambios. Una izquierda, en suma, que gobierna honradamente con las ideas de la derecha, lo que explica por qué es tan difícil derrotarla.
¿En qué consiste, y cuándo y cómo se alcanza ese ansiado "umbral de la sensatez"? En esencia, el umbral de la sensatez es ese punto de la historia en el que un porcentaje decisivo de la clase dirigente coincide en el diagnóstico sobre los males que aquejan a la sociedad y en las medidas que deben tomarse para conjurarlos. En España, por ejemplo, se alcanzó cuando la derecha y la izquierda, a fines de la década de los setenta del siglo pasado, tras la muerte de Francisco Franco, se pusieron de acuerdo en respetar las exitosas normas económicas básicas del modelo capitalista ensayado por el dictador a partir de las reformas de 1959, sumándole la democracia como método para formar gobierno y tomar las decisiones colectivas. En Chile ocurrió algo parecido a principios de los noventa, durante el gobierno de Patricio Aylwin, el primero de la democracia, cuando los democristianos tuvieron el buen juicio de no renunciar a los aciertos de la política económica de la dictadura de Pinochet, pero agregándole el componente de la democracia liberal. Es por eso que la Concertación repite por cuarta vez su triunfo electoral: la sociedad chilena ve en Michelle Bachelet a una persona seria, moderada y confiable que no va poner en peligro la conquistada prosperidad relativa de los chilenos con experimentos extravagantes.
Nada de esto quiere decir que el Chile que gobernará Bachelet no tiene serios problemas que afrontar. Aunque en los 16 años de democracia, continuando una tendencia previa, la pobreza se ha reducido del 42 al 18 por ciento, cada vez resulta más difícil reducir esos niveles de miseria o la distancia enorme que separa a pobres y ricos. Por otra parte, el país sigue dependiendo de la exportación de sus riquezas naturales el cobre, por ejemplo , la pesca, o ciertos productos agroindustriales, sin lograr dar el salto definitivo hacia una verdadera sociedad moderna capaz de agregar gran valor tecnológico y científico a la producción, que es donde suele residir la clave de la prosperidad en las naciones del primer mundo, lo que indica que en Chile existen ciertas deficiencias importantes tanto en el terreno educativo como en el empresarial.
En todo caso, el país cuenta con el capital cívico y humano necesarios para continuar en la buena dirección. Ricardo Lagos, el popularísimo presidente saliente, calcula que en el 2010 Chile podría considerarse un país del primer mundo. Ya cuenta con un per cápita anual de $10,700 dólares medido de acuerdo con la capacidad de compra (PPP), el Estado de derecho funciona razonablemente bien, y los niveles de corrupción son similares a los de Alemania. Si la nación, que ya cruzó el umbral de la sensatez, logra pasar el del desarrollo, tal vez se pueda convertir en el modelo que necesita América Latina frente al incesante parloteo de la devastadora izquierda bananera. Hay que apostar por eso. [©FIRMAS PRESS]
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
ACLARACION: Este blog no es antiperuano ni nacionalista chileno. Este blog simplemente recopila y (a veces) comenta sobre artículos recopilados en la prensa nacional y mundial y que involucran a Chile. Si parece "cargado" hacia Perú, simplemente, es resultado de la publicación constante -y obsesiva- en ese país de artículos en que se relaciona a Chile. Así también, como ejemplo opuesto, no aparecen articulos argentinos, simplemente, porque en ese país no se publican notas frecuentes respecto Chile. Este blog también publica -de vez en cuando- artículos (peruanos o de medios internacionales) para desmitificar ciertas creencias peruanas -promovidas por medios de comunicación y políticos populistas de ese país- sobre que Perú ha superado el desarrollo chileno, lo que es usado en ese país para asegurar que Chile envidia a Perú y que por eso buscaría perjudicarlo. Es decir, se usa el mito de la superación peruana y la envidia, para incitar el odio antichileno en Perú.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario