Tomado de Diario de Cuyo, Argentina
LIC. JUAN LEÓN ROLDÁN MORENO - LICENCIADO EN PERIODISMO
Desde hace muchos años, concretamente después de la dictadura pinochetista, Chile viene brindando al mundo ejemplos de vida democrática en un marco de convivencia política envidiable. Todos ellos dignos del mejor encomio. El 11 de marzo último, por primera vez en su historia y en Latinoamérica, una dama, Michelle Bachelet, llega a la primera magistratura por el voto popular.
Sucede en el cargo a un brillante estadista, Ricardo Lagos, quien con prudencia y cultura cívica, respondió magníficamente al mandato popular. El 70% de popularidad al dejar el mando y la cerrada ovación con que fue saludado durante el acto de transmisión presidencial, me eximen de mayores comentarios. La sobriedad, el respeto, y la consideración hacia el circunstancial adversario político, demostrados en la última campaña electoral, es un indicador más del grado de civilización alcanzado en Chile.
En varias ocasiones viajé al vecino país para asistir a congresos de periodismo y educación, realizados en diferentes ciudades de la geografía chilena. Además compartí cursos en el extranjero con colegas chilenos. Estas vivencias me han permitido apreciar la educación, la cultura cívica y el orgullo de pertenencia del cual hacen gala nuestros hermanos allende los Andes. Por otra parte, el comportamiento en la vía pública de los carabineros -ciudadanos educados- y cultos, automovilistas y peatones es la expresión más acabada de una cultura diferente a la del resto de América latina.
Otro ponderable valor agregado de civismo es la convivencia pacífica de los géneros. Acompañarán a la flamante presidenta diez ministros: cinco mujeres y cinco hombres. Es decir, por todos estos ejemplos, un país en serio.
La otra cara de la moneda, su reverso, lo padecemos aquende los Andes donde el transgresor convive con el ciudadano digno, sin ser castigado, en determinadas ocasiones, como corresponde a un país, respetuoso de las leyes y sus instituciones.
Adviértase que la sociedad argentina es en mayor o menor grado culpable de la debilidad democrática y de la anomia social que padecemos, pese al ponderable crecimiento económico logrado en los últimos años. El dinero no es sinónimo de felicidad cuando no existe una distribución equitativa del ingreso, entre todos los sectores del quehacer nacional.
Aunque duela reconocerlo, aún nos falta aprender y ejercitar las lecciones cívicas que marca nuestra carta magna, para ser ciudadanos de primera. Que no sólo cumplan sus obligaciones, sino que hagan cumplir los deberes al mismo Estado, a través de instituciones civiles legalmente organizadas.
¿Por qué Chile es un ejemplo digno de imitarse?, Simplemente por que se ha propuesto cumplir y hacer cumplir las leyes. Esto gracias a que los mecanismos del control estatal funcionan y se castiga en forma condigna a los transgresores. Ellos han aprendido que la ley es dura, pero hay que cumplirla porque es la ley. Sin ninguna duda Chile apostó desde siempre a la educación, el paradigma que nosotros abandonamos. Aplicó sabiamente el ideario sarmientino. No debemos olvidar que el Gobierno chileno le encomendó a Domingo F. Sarmiento, el estudio in situs, de los modernos sistemas educativos del viejo y el nuevo mundo. Recordemos que por iniciativa del primer ciudadano de la Escuelita de la Patria, se creó en Chile la primera Escuela Normal de Sudamérica.
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