Por Alvaro Vargas Llosa, La Tercera - Chile. Alvaro Vargas Llosa es un articulista peruano
En las últimas semanas el énfasis de la discusión pública en torno al gobierno entrante de Michelle Bachelet ha estado en la renovación, implacablemente expresada en la frase "nadie se repite el plato". Quizá por eso, más allá de menciones rituales, no se ha hablado mucho de la decisión que tomó la Presidenta electa en materia de política exterior y que, sin embargo, tanto por el cargo en sí como por la persona a la que designó en esa cartera, apunta a ser un pilar de su gestión. ¿Qué pueden esperar Chile y América Latina de Alejandro Foxley?
Todas las personas a las que pregunté qué esperaban de él -antiguos colegas suyos, funcionarios estadounidenses y académicos latinoamericanos- me dijeron que podía esperarse un mayor esfuerzo del realizado hasta ahora por la política exterior chilena en el ámbito latinoamericano.
Esto, a primera vista, sorprende. Sus credenciales son las de un economista que además ocupó la cartera de Hacienda en el gobierno de Patricio Aylwin y que en 1990, al enterarse en Londres de que Bush padre había lanzado la iniciativa para una zona de libre comercio hemisférica, llamó a su jefe para arrancar lo que sería una larga batalla casi personal por firmar un TLC con Estados Unidos.
Precisamente de allí nace su estrecha relación con Robert Zoellick, quien después de una larga carrera pública vinculada a temas financieros y comerciales, ocupa ahora el cargo de subsecretario de Estado; es decir, de número dos de Condoleeza Rice. ¿Por qué habría de tender la mirada de un modo preferencial hacia América Latina alguien que como economista entiende bien las limitaciones actuales del vecindario inmediato de Chile y el papel creciente que juegan en el ámbito internacional otras zonas emergentes más dinámicas?
Me lo explicó el propio Foxley esta semana, pero de un modo que en cierta forma amplía considerablemente lo que vienen prediciendo quienes lo conocen. "En un mundo global", dice, interrumpiendo brevemente sus vacaciones en Florida, "no podemos proyectarnos si no es juntos. Países como Chile, Perú y Bolivia debemos -superando el pasado- encontrar formas de elaborar una estrategia conjunta para el desarrollo. Debemos articular en América del Sur una estrategia para negociar con fuerza en los ámbitos internacionales. Por ejemplo, hay que apoyar a Brasil en la Organización Mundial del Comercio, porque su esfuerzo en el G-20 para conseguir acuerdos en el tema agrícola y otros es importante para América del Sur".
Foxley apunta, pues, a ir más allá de la firma de TLC a la que ha estado abocado Chile en los últimos años para actuar de una forma más coordinada y en conjunto. "Esta fase debiera ser de implementación de los TLC antes que de seguir firmando más acuerdos, salvo casos como Perú, con el que nos gustaría que el actual proceso de integración desembocara en un TLC".
Esto mismo, en cierta forma, es lo que venía haciendo antes de que Michelle Bachelet lo llamara a servir en su próximo gobierno. "La razón por la que no quiso reelegirse como senador", explica el actual embajador de Chile en Washington, Andrés Bianchi, "es que lleva algún tiempo elaborando junto con Fernando Henrique Cardoso un plan de agenda moderna y de progreso para América Latina". Se refiere a una iniciativa conjunta de la Fundación Cardoso y de Cieplán, el think tank que Foxley fundó en Chile a fines de los años 70. "El énfasis", explica la oficina de Cardoso, "ha estado en incorporar a organismos multilaterales, académicos y líderes para elaborar una estrategia continental, y la experiencia de Foxley ha sido un aporte decisivo".
El economista doctorado en la Universidad de Wisconsin y ex ministro de Hacienda no cree que su condición de economista sea el aporte más importante que puede hacer al desarrollo de una estrategia sudamericana. "En lo personal, creo que más importante que la condición de economista es la condición de 'practitioner' en políticas públicas, la experiencia en lograr acuerdos. El economista por lo general piensa en la política óptima y lo que aprendí en la práctica es que no siempre es así, porque si para llegar a la política óptima hay que arremeter contra todos y hacer a un lado a mucha gente, al final tu política puede resultar negativa. Ese proceso es tan importante como el objetivo y en política internacional hay que encontrar terreno común, saber cuándo ceder, etc.".
Su colega Michael Shifter, de Diálogo Interamericano, organización con sede en Washington de la que Foxley ha sido copresidente del directorio, lo ve ("aunque mi opinión no es muy objetiva") como alguien volcado a las relaciones interamericanas. En cierta forma su currículum académico le facilita las cosas, porque desde Cieplán Foxley ha ido estableciendo con los años relaciones con intelectuales que luego han sido funcionarios de rango en sus respectivos países.
Sin embargo, en este campo sus contactos tienen limitaciones. Por ejemplo, en el caso de Perú, por su condición de democratacristiano, sus contactos políticos tienen mucho más que ver con la candidata socialdemócrata Lourdes Flores que con los otros presidenciables. En Argentina, aunque ha desarrollado nexos con intelectuales como Guillermo O'Donnell, quien colabora con el gobierno argentino, no ha tenido mucha vinculación con el peronismo en general.
¿Piensa Foxley hipotecar la política exterior de Chile a la opción latinoamericana? ¿Y qué ocurre si los vecinos no se embarcan? En verdad, el próximo canciller chileno tiene en mente, en consulta con la Presidenta electa Bachelet, otros carriles de política exterior simultáneos. Se resumen en dos ideas centrales: impulsar el desarrollo de empresas más pequeñas y seguir el ejemplo de los nuevos países exitosos, como Irlanda, Estonia o Nueva Zelandia.
En cuanto a lo primero, según me lo explica el propio Foxley, se trata de "ayudar a articular un esfuerzo en el sector privado para que las pequeñas y medianas empresas puedan encontrar nichos de valor agregado en Asia y otras partes, como hicieron los escandinavos, que empezaron su desarrollo como nosotros, concentrándose en recursos naturales y no muchas empresas y luego han articulado valor con muchas empresas menores".
El otro pilar tiene que ver con el aprovechamiento de la experiencia de las nuevas estrellas de la economía mundial: "En América del Sur, para entrar en serio al siglo XXI hay que aprender de la experiencia de países con inclinaciones similares, es decir de los países que estaban en la periferia de los principales mercados y que se han enganchado exitosamente, como Australia, Irlanda o los países bálticos".
Se deduce de su enfoque que le gustaría animar a otros países latinoamericanos a ir con Chile por esa vía. Aquí, sin embargo, las realidades pueden chocar con la intención. Varios de los países sudamericanos han dado muestras de mucha reticencia frente a la globalización, ya sea rechazando el Alca o porque empiezan a protegerse contra el comercio asiático, especialmente el chino. Quizá piense que el enfoque "multilateral" de Chile le da credibilidad en el ámbito latinoamericano frente al unilateralismo, digamos, de los Estados Unidos.
Foxley asegura que mantendrá la línea seguida hasta ahora, signada por "las buenas relaciones", aunque con episodios de diferencias explícitas como Irak.
En todo caso, José Miguel Insulza, con quien estuvo en estos días discutiendo en detalle el ámbito latinoamericano, probablemente le sea útil en la tarea de entender hasta dónde puede llegar en su aspiración de desarrollar una estrategia conjunta con el vecindario.
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ACLARACION: Este blog no es antiperuano ni nacionalista chileno. Este blog simplemente recopila y (a veces) comenta sobre artículos recopilados en la prensa nacional y mundial y que involucran a Chile. Si parece "cargado" hacia Perú, simplemente, es resultado de la publicación constante -y obsesiva- en ese país de artículos en que se relaciona a Chile. Así también, como ejemplo opuesto, no aparecen articulos argentinos, simplemente, porque en ese país no se publican notas frecuentes respecto Chile. Este blog también publica -de vez en cuando- artículos (peruanos o de medios internacionales) para desmitificar ciertas creencias peruanas -promovidas por medios de comunicación y políticos populistas de ese país- sobre que Perú ha superado el desarrollo chileno, lo que es usado en ese país para asegurar que Chile envidia a Perú y que por eso buscaría perjudicarlo. Es decir, se usa el mito de la superación peruana y la envidia, para incitar el odio antichileno en Perú.
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