
Así lo ha determinado un nuevo estudio del Georgia Institute of Technology, que ha sido publicado en 'Nature Geoscience', por el cual se ha demostrado también que el suelo congelado de la Antártida es sensible a las ondas sísmicas de los terremotos lejanos.
Para estudiar el impacto del terremoto en la Antártida, el equipo del Georgia Tech observó los datos sísmicos de 42 estaciones en las seis horas antes y después del evento. Casi el 30 por ciento (12 de las 42 estaciones) mostró una clara evidencia de señales sísmicas de ondas de alta frecuencia en la superficie de la Antártida.
"Interpretamos estos eventos como pequeños terremotos en el hielo, la mayoría de los cuales se desencadenaron durante o inmediatamente después del paso de las ondas generadas desde el sismo principal de Chile", ha explicado uno de los autores, Zhigang Peng.

"Estas diferencias pueden ser sutiles y nos dicen que el mecanismo de estos terremotos desencadenados en el hielo son diferentes a los habituales sismos", ha apuntado Peng.
Algunos de los terremotos registrados eran ráfagas rápidas, algunas incluso inferiores a un segundo. Otros eran de larga duración, con señales de temblor de hasta 10 segundos. Esto temblores se produjeron en diversas partes del continente helado, incluidas las estaciones sísmicas a lo largo de la costa y cerca del Polo Sur.
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