Por Cesar Hildebrant
Tomado de diario La Primera, Lima - Peru
El doctor Alan García, presidente de la República, tiene todo el derecho de proteger a las Fuerzas Armadas. Pero si quisiera hacerlo de verdad no sólo debería poner bajo el paraguas del Estado a los militares acusados de parecerse a los senderistas que combatieron.
También podría, por ejemplo, ser menos prochileno de lo superlativamente prochileno que es.
Porque eso de congraciarse con los militares encausados y de someterse, al mismo tiempo, a los intereses chilenos en nombre de la integración –tan bien expresada en la guerra que Chile libró para impedir la unión del Perú y Bolivia– sería gracioso si no fuera sublevante.
En estos momentos Chile es el Israel de Sudamérica. Su ejército es el más potente de la región –incluida Argentina– y su único propósito, anunciado por el jefe de su ejército el mes pasado, es garantizarse, con su potencia de fuego, que “las posibles fricciones que en el futuro pueda haber con el Perú” –palabras del general chileno Oscar Izurieta, jefe del Ejército- tengan el mismo o mejor desenlace –para ellos– que el de 1883.
Hay una larga tradición de chilenismo arrastrado en nuestras clases dirigentes.
Ayer hablamos de Piérola. Hoy podríamos hablar de Gamarra, instrumento del sur para destruir a la Confederación peruano-boliviana, uno de los hombres que hizo del general chileno Bulnes destinatario de miles de pesos y de todos los honores por haber combatido en la infausta batalla de Yungay, la que puso punto final a la unión del Alto y Bajo Perú. Gamarra y muchos otros militares y civiles sirvieron, directamente, a la causa de Diego Portales, el creador del frío expansionismo de Chile.
Lo que la historia del Perú no nos suele recordar es que en 1832, cinco años de que Chile nos declarara la primera de sus guerras, el país de Portales había intentado que Bolivia se nos viniera encima aprovechando las tensiones que ese año,1832, hubo entre Bolivia y Perú (Correspondencia entre P. Antonio de La Torre y el general Agustín Gamarra, 26 de octubre de 1862).
Y en 1860 –como lo reseña Mariano Felipe Paz Soldán– el embajador chileno en La Paz, Aniceto Vergara, propuso al presidente boliviano que Bolivia se desprendiera de su litoral hasta Mejillones bajo la promesa de que Bolivia ocuparía la costa peruana hasta el morro de Sama.
Chile fingía alborozo por el triunfo del 2 de mayo de 1866 mientras seguía tramando en contra de Perú, el hermano que había derramado –las palabras son de Paz Soldán– “sus caudales y su sangre para vengar el ultraje que Chile había sufrido (ante España) en Valparaíso”.
Dos años después de la agresión de España, Chile firmó con la monarquía ibérica un convenio por el cual pudo adquirir dos corbetas: la Chacabuco y la O’Higgins. Era 1868 y Chile ya había decidido ser invencible en el Pacífico.
Ya había decidido hundir en la peor de sus crisis al país que envidió y odio desde sus orígenes. Ese convenio chileno-español fue uno de los capítulos más encarnizados de la hipocresía internacional.
El embajador peruano en Washington recordó a la cancillería de Lima que Chile había mentido repugnantemente para extraer de los astilleros ingleses sus nuevas corbetas, a pesar de que el tratado firmado con el Perú establecía que ninguno de los signatarios podía negociar con España a espaldas del otro. Para cumplir su cometido Chile adujo que Perú le había dado su consentimiento, cosa que jamás ocurrió.
Podría citar decenas de ejemplos semejantes. Podría llenar este periódico y el de mañana sólo contando las veces en que Chile se ha burlado del Perú. Podría llenar las ediciones de este periódico hasta fin de año contando al detalle las felonías chilenas que los historiadores cuentan de pasada y que el pueblo peruano ignora, como ignoran su historia los pueblos condenados a reincidir en la calamidad.
¿Por qué hago esto? ¿Por qué soy un antichileno primitivo?
No soy antichileno. Amo el Chile pacífico y socialista de las Lucila Godoy y los Salvador Allende, el Chile fuerte de sus campesinos y el brillante de los Neruda. Pero también soy peruano.
Y mientras el Chile arrogante de sus políticos y militares no renuncie al uso de las armas que le sobran, no creeré en sus promesas integradoras ni en sus presuntos ánimos de equidad. En todo caso, la historia respalda mi desconfianza.
¿Será el futuro distinto?
Espero que sí. Pero mientras el Chile oficial nos siga tratando como a país menor y mientras tengamos traidores a la memoria en la Cancillería y presidentes emocionalmente extranjeros, tengo pleno derecho a denunciar el entreguismo.
El doctor García cree, como Leguía, que haciendo muchísimas concesiones logrará algunas ventajas. Se equivoca: Chile huele la debilidad como huelen la sangre los más astutos cazadores.
Hoy un patán funge de embajador chileno y nos acaba de conceder el origen peruano de la chirimoya. Este señor cree que todos los peruanos somos como nuestro canciller, que se lanza sobre el primer hueso meridional que le caiga.
Yo no amo más al Perú que otros peruanos.
Amo al Perú sintiéndome cosmopolita, ciudadano del mundo y consciente del carácter global de nuestros intereses contemporáneos. Pero la relación con Chile siempre será especial y siempre requerirá la inteligencia, la firmeza y el coraje que demostró, hace poco, Manuel Rodríguez Cuadros.
Gracias a gente como él, quien esto escribe no se siente tan solo. De los que hablan “del trapo del nacionalismo” no es prudente ocuparse por ahora. Sólo cabe reemplazar la palabra nacionalismo por el término dignidad para saber de qué quieren carecer para siempre estos cluecos analistas.
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ACLARACION: Este blog no es antiperuano ni nacionalista chileno. Este blog simplemente recopila y (a veces) comenta sobre artículos recopilados en la prensa nacional y mundial y que involucran a Chile. Si parece "cargado" hacia Perú, simplemente, es resultado de la publicación constante -y obsesiva- en ese país de artículos en que se relaciona a Chile. Así también, como ejemplo opuesto, no aparecen articulos argentinos, simplemente, porque en ese país no se publican notas frecuentes respecto Chile. Este blog también publica -de vez en cuando- artículos (peruanos o de medios internacionales) para desmitificar ciertas creencias peruanas -promovidas por medios de comunicación y políticos populistas de ese país- sobre que Perú ha superado el desarrollo chileno, lo que es usado en ese país para asegurar que Chile envidia a Perú y que por eso buscaría perjudicarlo. Es decir, se usa el mito de la superación peruana y la envidia, para incitar el odio antichileno en Perú.
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