Diario Clarín: Los logros históricos de la Concertación chilena ya no son suficientes

Cambios trasandinos. Los jóvenes se alejan de la política y bajó la tasa de crecimiento. Esto está favoreciendo el avance electoral de la derecha.

Cualquiera sea el resultado de la segunda vuelta el domingo próximo, el dato central de la situación política chilena es que la Concertación, que gobernó durante dos décadas a través de cuatro presidencias (Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet), parece haber terminado como proyecto político. La Concertación ha encarnado la transición democrática desde 1991 y ha sido el sistema político más institucionalizado, efectivo e íntegro de América latina, sinónimo de previsibilidad, credibilidad y continuidad. La pregunta es por qué, en estas condiciones, Chile tiene una baja tasa de crecimiento -actual y potencial-, no obstante su solidez macroeconómica, su reputación institucional y la densa red de acuerdos de libre comercio con el mundo entero.

La tasa de crecimiento de los últimos 10 años no supera 4%, con un máximo de 6% en 2004, un hundimiento de -1.8% en 2009 y un auge previsto de 5% para este año. Esta debilidad se acentuó desde 2006, en el mejor período de la economía mundial desde la década del 60, en el que el precio del cobre alcanzó un récord histórico (casi 4 dólares por libra). En esta etapa, el PBI creció 2.7% anual y la productividad cayó -0.5% por año.

Entre 1983 y 1998, el PBI creció 7.4% anual y el ingreso per cápita aumentó 4.3%. Luego, a partir de la crisis asiática, cayó a la mitad (4.4%) y disminuyó aún más en los últimos cuatro años. En Chile, el crecimiento de largo plazo ha seguido un camino contrario al de los otros países emergentes, en los que el PBI y la productividad aumentaron tras el despegue.

La debilidad del crecimiento económico está vinculada a la naturaleza de la Concertación. La transición democrática fue resultado de un acuerdo entre las élites políticas de la oposición -sobre todo, la Democracia Cristiana (DC) y el Socialismo (PS)-, las agrupaciones de centroderecha -UDI y Renovación Nacional- y el régimen militar, sobre la base de un mínimo común denominador: la continuidad de las reformas adoptadas en la década del 70, pero con particular énfasis en las políticas sociales.

La pobreza cayó de 38.6% en 1990 a 13.7% en 2006 y desapareció la indigencia. El PBI per cápita se triplicó entre 1985 y 2002. La transición fue una transacción, un acuerdo desde arriba, entre élites. Esto provocó una alienación masiva de la juventud chilena. Más de 75% de los jóvenes de menos de 30 años no vota en Chile. Es algo más que desinterés generacional: es un drástico y masivo alejamiento del sistema político.

La historia de Chile es la de una profunda correlación entre partidos políticos y clases sociales. La democracia chilena ha sido siempre altamente institucionalizada y no populista.
Esta tendencia se ha exacerbado en los últimos 20 años y el sistema se ha convertido en estructuralmente elitista.

Bachelet concluye su mandato con 80% de respaldo; y entre los jóvenes ese apoyo es 8 puntos más que el promedio nacional. Son los mismos que la enfrentaron en septiembre de 2007, en la más gigantesca movilización antigubernamental en 30 años. Son los 1.8 millones que no se inscribieron para votar cuando fue electa en 2005; y los 260.000 votantes de 18 a 24 años que sufragaron en blanco o anularon sus votos.

Bachelet creó en 2008 -esterilizando la renta récord del cobre- un fondo anticíclico que llegó a 12% del PBI (21.000 millones de dólares); cuando la crisis estalló (septiembre de 2008) pudo incentivar la demanda y otorgar subsidios por más de 4.000 millones de dólares. Este es el elemento fundamental del 80% de apoyo a la presidenta.

Una etapa de la historia de Chile ha terminado; pero sus logros extraordinarios no evitan que el país de la "loca geografía" y las fuertes instituciones no esté por debajo de su potencial.

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