¿Qué le pasó a Frei?

Frei debe volver a ser auténtico, tomando las riendas de su campaña y limpiando su comando de mercaderes interesados más en sus prebendas que en los derechos ciudadanos.

Luego de ser la revelación política de fines de 2008, el ex presidente Eduardo Frei parece haberse estancado al punto de que su candidatura se ha convertido en una especie de mal menor para muchos concertacionistas. Después de sorprender con posturas que reflejaban su pragmatismo y subrayaban su refrescante autenticidad, Frei cayó víctima de su propio éxito. Rodeado de asesores y jerarcas de partidos, Frei dejó el sentido común para convertirse en el abanderado de las declaraciones políticamente correctas y de los cálculos electorales.

La profunda transformación de Frei después de dejar La Moneda en 2000 no puede ser responsabilizada ni por su éxito para convertirse en el candidato oficial ni por su reciente estancamiento. El nuevo Frei ya había hecho su aparición en 2005, pero las encuestas dejaron muy en claro que la gente no estaba preparada para votar por el ex presidente. Frei tuvo que conformarse con un decepcionante segundo lugar en la carrera al Senado por Valdivia y Osorno. Pero en 2008, cuando los tres favoritos para quedarse con la nominación concertacionista –Alvear, Lagos e Insulza– anunciaron su retiro, Frei se quedó como el único candidato en carrera.

Porque no tenía apoyo en las encuestas, los asesores y expertos simplemente lo ignoraban. Cuando las encuestas lo desahuciaban y los operadores de partido apostaban a Lagos o Insulza, Frei se animó a ser auténtico, a decir lo que pensaba –el otrora presidente privatizador llamó a nacionalizar el Transantiago– y seguir su instinto. No le fue mal.

Cuando se convirtió en el abanderado de la Concertación, los asesores comenzaron a llegar –o a volver– y los aparatos de partido comenzaron a rodearlo. En vez de insistir en la estrategia que le permitió seguir en pie cuando otros caían, Frei cambió de estrategia y profesionalizó la campaña. En vez de seguir su instinto que lo había convertido en el improbable candidato outsider, Frei se puso el uniforme de insider. Se sentó a negociar con los jerarcas partidistas, olvidando esa refrescante autenticidad que, aparentemente, es propia sólo de aquellos que no tienen nada que perder.

La forma en que la Concertación organizó unas primarias truchas, diseñadas para sacar del camino al senador radical José Antonio Gómez, hizo a Frei cómplice de un gigantesco error. La coalición de gobierno desconoció el derecho del electorado a escoger el candidato. La deslucida victoria de Frei en las decepcionantes primarias del 5 de abril demostró que optar por los aparatos de partidos más que por la gente no era buena idea. El lamentable espectáculo de Camilo Escalona, el presidente del PS, insultando al derrotado senador PRSD José Antonio Gómez fue la única foto relevante de la noche. El matonaje se consolidó como el nuevo statu quo del poder concertacionista.

Desde entonces, Frei ha cometido demasiados errores no forzados. Su decisión de incorporar como coordinador de campaña a Sebastián Bowen, un joven emprendedor antes ligado a Un Techo Para Chile, no convenció. Aunque el entusiasta Bowen pudiera representar el recambio, las imágenes sólo lo mostraban como un soñador cordero entre experimentados lobos operadores políticos. Las declaraciones de Frei a favor de una nueva constitución fueron extemporáneas. Después de enmendarla satisfactoriamente por 20 años, este no parece ser el momento para cuestionar la legitimidad de origen de la Constitución de Pinochet. O al menos, resulta extraño que ese cuestionamiento lo haga quien lideró la defensa del dictador tras su arresto en Londres. Peor aún, al pedir una nueva constitución, Frei se alejó de su imagen de presidente aburrido pero eficiente, predecible pero confiable, desarticulado pero pragmático. Las declaraciones de Frei a favor de discutir el matrimonio homosexual llegaron a destiempo. Si cuando estuvo en La Moneda no se animó a empujar una ley de divorcio, ahora Frei intentaba aparecer como el campeón de los derechos civiles de las minorías sexuales. Cuando la limosna es mucha, hasta el santo desconfía.

Frei se mantuvo en pie cuando otros presidenciales caían porque su intuición lo llevó a ser un candidato tipo Banco Estado. Nadie espera que realice las mejores campañas de publicidad o que ofrezca el mejor servicio al cliente. Pero todos sabemos que frente a cada plaza en cada pueblo, habrá un sólido edificio donde se pueden depositar los ahorros confiados en que estarán a buen resguardo. Después, cuando intentó convertirse en un nuevo banco obsesionado con captar clientes a cualquier precio, Frei se estancó y sus fortalezas se convirtieron en debilidades. Su pragmatismo devino en oportunismo y la simpleza de su discurso se tornó en liviandad de promesas. Frei fue capturado por asesores que llegaron a profesionalizar una campaña y terminaron realizando el mismo trabajo que el de un mal cirujano práctico. El paciente estaba mejor antes de la operación.

Peor aún, al negociar con los aparatos partidistas, Frei abandonó la independencia que lo había hecho un candidato con un singular atractivo. Cuando los partidos empezaron a pelear y su comando de campaña se llenó de demasiados generales y pocos soldados, demasiados asesores y pocos trabajadores, Frei puso una guinda a la torta de desaciertos de su campaña. Al declarar que no había sido proclamado para poner orden en los partidos, Frei pareció no entender que su incapacidad para poner orden en la Concertación augura futura incapacidad para dar gobernabilidad desde La Moneda. Frei desconoció la principal ventaja que tenía sobre Enríquez-Ominami. La candidatura del joven diputado es inviable porque no tiene partidos políticos que la sustenten. Pero Frei pareció querer decir que su candidatura está construida sobre partidos políticos que le resultan incontrolables. Al tener que elegir entre un candidato sin partidos y otro con cuatro partidos chúcaros, la gente bien pudiera ver a Marquito con mejores ojos.

En 2005, Bachelet tuvo éxito porque supo hacerse cargo de lo que la gente pedía. Al insistir en que su candidatura emanó de la gente y fue aceptada por los partidos, Bachelet se vistió con una legitimidad que sus contendores jamás tuvieron. En 2008, Lagos intentó una estrategia similar, intentando imponer su candidatura a los partidos, pero rechazando la posibilidad de legitimarse en primarias. Frei puede convertirse en el candidato de la gente en 2009. Pero si opta por construir su campaña sobre la estructura de partidos, asesores con preocupantes conflictos de intereses empresariales, y golpes mediáticos que resultaron poco efectivos, perderá una inmejorable oportunidad. La reciente encuesta CEP muestra que la Concertación sigue siendo un poderoso tanque electoral. Aunque es superado por Piñera en casi todas las áreas de gestión (salud, educación, inflación), Frei es considerado como más sincero y más chilenos lo ven como mejor preparado para ser presidente. Pero la gente percibe a Piñera como más hábil y con más firmeza que Frei. Si Frei fuera capaz de poner orden en la Concertación, corregiría sus dos principales debilidades actuales.

Aunque le queda poco tiempo, Frei todavía puede corregir rumbo. En los cinco meses que faltan para la elección, debe volver a ser auténtico, tomando las riendas de su campaña y de la Concertación, limpiando su comando de mercaderes interesados más en sus prebendas que en los derechos ciudadanos y en el bienestar de la gente. En suma, debe intentar convencer a los chilenos, que ya empiezan a llenar la plaza pública de la campaña presidencial, que la contienda es entre atractivos vendedores ambulantes recién llegados, empresarios preocupados más de las ganancias que de la gente, y el viejo, aburrido y confiable Banco Estado.

Artículo original