Estimado lector, tras las sucesivas intromisiones de Evo Morales en nuestros asuntos internos es correcto que el canciller García Belaunde lo haya calificado como “enemigo del Perú”. Esa enemistad amerita una activa retaliación o “respuesta de castigo” en los campos político, diplomático, económico y social.
Estamos en una etapa de “pax castrense”, que equivale a la zona gris entre la coexistencia integradora y el conflicto. En la extensa frontera común (1.509 km) eso nos obliga a cautelar enfáticamente nuestros derechos —apetecidos por la alianza emergente entre Chile y Bolivia— sobre el lago Titicaca, el río Desaguadero, el lago Poopó y el salar de Coipasa. Recordemos, a propósito, que los chilenos ya demostraron interés por una solución a la mediterraneidad boliviana con fórmulas de canje que le permitan acceder a la cuenca del Titicaca.
La retaliación obliga, luego, a controlar la migración indiscriminada hacia nuestro sur andino, donde es grave que la comunidad aimara-boliviana siga desplegándose sin respetar fronteras, mientras alienta la construcción de una utópica nación autónoma que afectaría nuestro territorio.
Adicionalmente, debe interrumpirse el modus vivendi informal y criminal que afecta desde el Altiplano boliviano hasta Arequipa, Moquegua y Tacna (con irradiación en Cusco y Ayacucho).
Históricamente, la integración se basó en el eje minero de Lima-Huancavelica-Potosí-Salta. Tras la guerra del Pacífico la minería boliviano-chilena (desarrollada sobre bases de antinacionalismo) generó un eje que nos excluyó. Luego, el circuito de la lana de camélidos benefició moderadamente el industrialismo primario arequipeño, y el mercantilismo y el trazo ferrocarrilero sureños. Hoy prima, en cambio, el contrabando (asociado al narcotráfico del Chapare y los traficantes del norte chileno) valorizado en unos US$800 millones anuales, sustentado en una “culebra” que empieza entre La Paz y El Alto, discurre por Puerto Acosta y se interna en el Perú por los pueblos fronterizos de Janco Janco, Nintalla y Tilale. Cortar esa “culebra” ayudaría a que los migrantes ilegales bolivianos se replieguen y presionen políticamente en su país, cesando aquí un activismo violentista que acompañó la crisis guerrillera de los años 60.
Complementariamente, debemos revisar el tratado de integración y para la conformación de un mercado común, que hoy es inviable. También deben denunciarse los convenios de Ilo (1992) que acordó el fujimorato, concediendo amplias facilidades portuarias y de libre tránsito a través de territorio peruano hasta la zona innoblemente llamada Bolivia-Mar. Además, debiera condicionarse la integración de carreteras hasta que Bolivia demuestre intención cooperadora en el contexto del Eje IIRSA.
Por sembrar la desconfianza Morales es culpable de interrumpir una normal dinámica fronteriza territorial, económica y cultural. A nosotros nos compete resguardar Puno (cuyo presidente es separatista) y fortalecer el sur andino, desplegando inversiones productivas y tropas, no para “belicizar” nuestra política exterior, sino para regular con energía las relaciones infecundas con Bolivia.
Al parecer el chilenito que escribe su comentario en rojo desconoce los tratados entre Perú y Bolivia. No se puede negociar con ninguna potencia extranjera el Titicaca. Por eso es que de hacerlo caerían en la violación de un tratado internacional, nuevamente como cuando intentan darle salida a Bolivia por el norte de Arica, donde se viola otro tratado internacional.
ResponderBorrarVamos a ver a donde llegan los violadores de tratados que se arman para lograr sus objetivos expansionistas. No estén llorando después porque en el Perú se les deteste.
Definitivamente el Sr Morales se esta yendo de boca contra el Peru, que no hay otro tema de que hablar aparte de molestar al gobierno Peruano?
ResponderBorrarBueno hay quien le hace caso...