domingo, octubre 17, 2010

Milagro en el desierto

Cuando Sebastián Piñera asumió como presidente de Chile, la tierra todavía temblaba bajo sus pies. Una catástrofe de efectos devastadores, que hizo desaparecer ciudades y dejó 800 víctimas fatales, puso a prueba su gestión desde el minuto cero. Todos los planes sembrados en la campaña, se hundieron en la grieta que abrió el terremoto.

Luego, el martes pasado, la aparición de Florencio Ávalos, revestida de milagro, fue el primer testimonio vivo de la grandeza humana que brotó de las entrañas de la mina San José, en pleno desierto de Atacama.

El mundo estuvo atento para testificarlo. Y no de cualquier manera, sino como un hecho épico, una historia de coraje, confianza, trabajo en equipo, esperanza y vida de 33 mineros, después de 70 días en lo más profundo de la tierra.

Tras la tragedia -otra que se sumaba al sismo de febrero- y la buena noticia de que todos estaban vivos, lo más notorio fue la determinación de encontrar la salida y no cabía la posibilidad de la derrota. Fueron semanas de trabajo para que estos hombres pudieran sobrellevar lo que parecía una espera interminable.

Hoy Chile festeja el rescate y todos nos congratulamos por el derroche de solidaridad, tecnología y voluntad que hicieron posible la hazaña.

Las palabras del ministro de Minas Laurence Golborne, son filosóficas: “Los mineros nos han enseñado que es posible unirnos, dejar las diferencias y trabajar en la búsqueda de un bien común”.

Un ejemplo que buena falta nos hace a los ecuatorianos tan divididos como estamos.

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