domingo, octubre 17, 2010

La diferencia entre Chile y México

"Chi chi chi, le le le", una porra que el mundo escuchó gustoso, casi maravillado por el milagroso rescate de los 33 hombres atrapados bajo cientos de toneladas de tierra y roca. ¿Una proeza? Yo diría muestra de voluntad, de solidaridad y de que aún los seres humanos podemos darle valor a nuestra dignidad. Ésta fue una gran lección que nos enseña cómo la determinación y la fraternidad, pueden más que la insensibilidad y el derrotismo.

Chile dio muestra de cómo una desgracia se puede utilizar a favor; cómo las crisis son, según el enfoque de quien las enfrenta, una oportunidad de crecer, de demostrar que somos algo más. La cobertura mediática del rescate fue sólo el impulso que se necesitaba para concienciar a una nación entera, y por contagio posiblemente a gran parte del mundo. Su mensaje fue contundente: "En tiempos de desesperanza, siempre hay una oportunidad si se tiene voluntad y valentía".

Tenemos que hacer un parangón de lo ocurrido en Chile con lo que sucedió en México en la tragedia de Pasta de Conchos. Los Chilenos se volcaron como nación en el rescate de sus mineros, hicieron partícipe al mundo entero de esta tragedia y pusieron manos a la obra de inmediato. En México, con casi el doble de mineros atrapados, las autoridades se concentraron más en ocultar información, buscar culpables y justificar de todas las formas posibles la imposibilidad del rescate. Las vidas humanas pasaron a segundo término.

En México, de inmediato se inició una cacería de brujas; dimes y diretes, culpas y justificaciones, disturbios, protestas de líderes sindicales, oídos sordos de empresarios que sólo lamentaban sus pérdidas económicas. El resultado: todo sigue igual; todos los mineros muertos, sus familias olvidadas. Desde esa fecha las condiciones de los trabajadores no sólo de la minería sino de la totalidad de la fuerza laboral mexicana sigue apapachada si tiende al corporativismo, pero completamente olvidada si hablamos de justicia económica y laboral.

En Chile se enfrentó la crisis, se dejaron las justificaciones para después. El presidente Piñeira no sólo aumenta considerablemente su popularidad al estar "al pie del cañón", sino que se sensibiliza de un problema más profundo; la situación jurídica y real de los trabajadores en su país. Aprovecha y anuncia que se tomarán cartas inmediatas en el asunto para transformar el marco legal, a fin de garantizar que la productividad siga aumentado, pero en equilibrio con las necesidades de los trabajadores. Se quita la venda de los ojos y se atreve a ver lo evidente: sólo transformando la situación de raíz se puede lograr prosperidad.

Para mi asombro, un país con menos recursos naturales y económicos, con menos capacidad productiva, con menos oportunidades y sin una situación geográfica de privilegio como la nuestra nos da una gran lección de humanidad y deseo de hacer las cosas. Ojalá sirva este ejemplo para reflexionar y tomar las riendas de nuestro destino nacional. Ojalá nuestros gobiernos, aprendan a hacer de las crisis oportunidades y dejemos de ser los maestros del pretexto. Ojalá se le ponga un freno a la codicia y a la falta de escrúpulos que reinan en México, y volvamos la mirada hacia los valores que nos dan dignidad y motivan a vivir en sociedad. Desde aquí una felicitación al pueblo chileno, ¡Vaya forma de celebrar sus 200 años de independencia!.

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