Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a una presentación titulada “Un nuevo enfoque para la política social: midiendo el acceso a las oportunidades”. El expositor principal fue Marcelo Giugale, del Banco Mundial, y como comentaristas tuvo a Robert Kaufman, profesor de Rutgers University, y Jeni Klugman, del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.
La discusión estuvo centrada en un nuevo índice de desigualdad que ha comenzado a generar el Banco Mundial, el cual tiene que ver con el concepto de “igualdad de oportunidades”. Sobre este tema, el banco ha venido trabajando desde hace algún tiempo a través de proyectos de investigación publicados en un par de libros y artículos, incluso en el mismo World Development Report del 2006.
Una discusión muy relevante para un continente como América Latina, en donde están 10 de los 15 países más desiguales del mundo, y en la cual claramente las cifras de crecimiento económico y reducción de pobreza de los últimos 20 años reflejan dos tendencias. Por una parte, un modesto crecimiento económico durante los 90, que luego se acelera en la primera década del siglo XXI.
Por la otra, una reducción de pobreza muy volátil durante los 90, que se acentúa durante estos últimos 10 años. En otras palabras, la lucha contra la pobreza en la región está teniendo lugar y da muestras de avance. Seguramente no al ritmo que uno quisiera ni en todos los países, pero mejoramos y eso es lo importante.
Sin embargo, las cifras de desigualdad son mucho menos alentadoras. De hecho, estamos por encima de regiones incluso más pobres que la nuestra (África Subsahariana), no digamos de países con mayor nivel de desarrollo (OECD). Esto es interesante, porque de alguna forma nos indica que la desigualdad tiene otra lógica. Que no necesariamente va de la mano del patrón de crecimiento económico o de reducción de pobreza. La desigualdad parece tener raíces en temas de tipo institucional y de las oportunidades que como sociedad estamos dándole a nuestras nuevas generaciones.
La idea principal que subyace al concepto de igualdad de oportunidades que nos presenta el Banco Mundial es descrito con una pregunta muy ilustrativa: ¿Cuáles son aquellas circunstancias personales, sobre las cuales un niño o niña no tienen ningún control o responsabilidad, y que determinan su nivel de acceso a determinados servicios básicos? Aquí es importante resaltar dos cosas. Primero, el énfasis en observar solamente niños o niñas, edad en la cual las circunstancias “heredadas” tiene un mayor peso en la vida. Y segundo, la correlación que existe entre tener acceso a determinados servicios básicos y la probabilidad de tener “éxito” (desarrollarse plenamente) en la vida.
De ahí deriva el Índice de Oportunidades Humanas (IOH), el cual intenta medir qué tanto circunstancias personales (lugar de nacimiento, riqueza familiar, raza, género, educación de los padres, número de hermanos) impactan la probabilidad de que un niño acceda a servicios necesarios para desarrollarse (acceso a agua potable, saneamiento, electricidad, terminar el sexto grado de primaria).
La aplicación de este índice a datos de Latinoamérica arroja algunos resultados muy interesantes. Cito tres que me parecieron provocadores. Primero: los países con mejor IOH no comparten el mismo modelo de desarrollo (Chile, Uruguay, México, Costa Rica y Venezuela), lo cual sugiere que hay muchas formas de procurar equidad.
Segundo: el nivel de educación de los padres y el lugar de nacimiento siguen siendo “predictores” muy fuertes de las oportunidades futuras que una persona gozará. Un resultado que debe llamarnos mucho a la reflexión porque destila un determinismo perverso y una incapacidad como sociedad de darle oportunidades y movilidad social a las nuevas generaciones.
Tercero: cuando se ordenan de mayor a menor los índices de cada país de la región se observa una tendencia continua que se rompe con Centroamérica (salvo Costa Rica). Claramente hay un rezago muy fuerte en los centroamericanos con respecto del resto. Nos urge entonces escarbar más a profundidad para entender mejor la naturaleza de la desigualdad de oportunidades en estos cuatro países.
Para finalizar, me parece imperativo los centroamericanos sigamos promoviendo discusión y debate sobre temas de equidad. Así como hemos avanzado en nuestra comprensión de otros temas igualmente importantes como el crecimiento económico y la reducción de pobreza, ahora necesitamos darnos el tiempo para comprender mejor nuestras fuentes de inequidad.
En ese sentido comparto la visión que ofrece el IOH cuando nos dice que (sic) “…mientras que la igualdad es controversial, la equidad cuenta con apoyo unánime a lo largo del espectro político”. Rompe con el típico trade off entre crecimiento económico y redistribución de riqueza. Y para países como Guatemala, encontrar conceptos que acercan posiciones políticas es un activo que como sociedad debemos aprovechar al máximo.
Artículo original
No hay comentarios.:
Publicar un comentario