Fue una narrativa ganadora, un trabajo de cientos, una inversión de miles, de millones, para salvar sólo 33 vidas; pero la derivada más importante del rescate en la mina de San José, al norte del país, es que proyectó a Chile como una nación organizada, compasiva y capaz.
Las 20 horas del rescate televisadas en todo el mundo son más que el recuento del prodigio humano encarnado en una proeza del instinto de sobrevivencia y la ingeniería de vanguardia. Esas horas fueron la mejor campaña de relaciones públicas a nivel nacional e internacional a la que pueda aspirar un gobierno que se estrena como el de Sebastián Piñera.
El éxito tiene muchos padres, pero además del presidente Piñera existen cinco figuras que fueron claves para el rescate. Y que en sí mismas encarnan el valor de toda la operación por cuanto hablan de un trabajo coordinado, sin falsos nacionalismos, con reconocimiento a los saberes expertos. No basado en una postura de victimización y con responsabilidad directa de la empresa.
El primer personaje, el coordinador es el ministro de Minería de Chile Laurence Golborne, encargado de coordinar el proceso y de conciliar voluntades a nivel de todos los participantes.
El segundo fue Jeff Hart, el encargado de la perforadora que cavó el túnel y por la cual salieron después de 70 días los que en otras circunstancias hubieran perecido. De no ser porque este técnico estadunidense maniobró una perforadora T-130 como las que maniobra en Medio Oriente. Se buscó al mejor con independencia de su nacionalidad.
El tercero es Jean Romagnoli, un experto de medicina deportiva a cargo de la preparación física y psicológica del rescate. Es en los equipos deportivos donde este profesional despliega con mayor frecuencia su conocimiento, pero en la peculiar circunstancia la moral y el físico de ese equipo de sobrevivientes era importante para, primero, hacerlos soportar la incertidumbre del encierro y después el reto del ascenso.
La cuarta y única mujer, Cristina Núñez, esposa del minero Claudio Yáñez, quien desde el primer día lideró a los familiares de los mineros para presionar cuando fue necesario y acompañar y dar ánimo de igual manera.
Fue el reclamo social organizado, no el acudir al expediente de la victimización y el lamento, lo que prolongó la búsqueda después del accidente por más de dos semanas hasta que la movilización dio el resultado deseado, organizar el rescate.
Finalmente, Ovidio Rodríguez, experto en seguridad minera de la Corporación Nacional de Cobre (Codeco), de cuyo equipo salieron los cuatro voluntarios para descender los 700 metros de profundidad para llegar hasta la caverna. La patronal no se desentendió, no se enconchó, no abandonó a sus trabajadores y claro, esta empresa también obtendrá el beneficio a su imagen.
El trabajo conjunto de estos protagonistas diversos, hilo fino y la suma de las capacidades de estos individuos con una mezcla colectiva de lo que dio nombre al campamento Esperanza, concluyó en un rescate exitoso y en una historia de compañerismo y compasión.
Al lado de esta muestra de la proyección de Chile al mundo como una gran nación, en los días subsecuentes al rescate en la red social de Twitter, uno de los tópicos más comentados versó alrededor de una pregunta directa: ¿Qué hubiera pasado si los mineros fueran mexicanos?
Las referencias a la explosión sucedida en febrero de 2006 en la mina Pasta de Conchos, en Coahuila, en la que no se salvó a un solo minero de los 65 que estaban trabajando en las entrañas de la tierra, ni se recuperaron siquiera sus cuerpos; se antojan simples, y no necesariamente válidas, por cuanto cada accidente ofrece particularidades técnicas, pero lo que vale la pena destacar es el espíritu de la conversación en la red social.
Mientras en Chile se partía precisamente de la esperanza y el “sí se puede”, en México la conversación social giró en tono de burla y de autocrítica en torno de que si los mineros fueran mexicanos, estarían todos muertos porque el túnel no se hubiera podido construir porque las fuerzas nacionalistas se hubieran opuesto a que un gringo perforara el sagrado territorio nacional, o los mineros se hubieran muerto abajo antes del rescate por pelearse sobre quién se subía primero a la cápsula Fénix y porque arriba se hubiera armado un zafarrancho acerca de quién se colgaba la medalla del rescate: el gobierno local, el ministro, el Presidente, la oposición. Y en la lucha entre los niveles de gobierno se les hubiera olvidado el sentido de la operación.
Bromas aparte, en Chile se vivió una situación extrema en la que la suma de las voluntades dio frutos, y el presidente Sebastián Piñeira ejerció un liderazgo del que en México estamos tan ávidos, por cuanto logró que una colectividad encontrara una causa vital alrededor de la cual trabajar unidos, por encima de cualquier cosa, para demostrar la grandeza del ser humano, su capacidad de construcción y de hacer el bien
Bravo por Chile!
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