Artículo peruano: Los hombres en la Campaña Naval de 1879

En estos días en que el nerviosismo tiene desesperados a los halcones y sus ordenanzas los políticos chilenos, porque cada vez se hace más evidente que no tienen argumentos y van a perder en La Haya, han arreciado sus torpezas con amenazas, algunas veladas y otras –las de los patanes- abiertas, claras y desesperadas, para que entendamos los peruanos que ellos “se han armado para hacer respetar las fronteras actuales”, que por supuesto son las que ellos han trazado en sus mapas.

Cada vez que salen esas pataletas, quienes conocemos la historia de ese pueblo, nos reímos porque son las típicas del matón del barrio cuando está armado y cree además, que sus gestiones para tener el auxilio de otros, van por buen camino. Eso creen porque continúan animando a Bolivia y no paran de “llorarle” a Ecuador, con una vergonzosa insistencia…

En este mes de la Gloriosa Marina de Guerra del Perú, como un homenaje más a sus hombres, intento mostrar, estimado lector, las calidades y las cualidades de los hombres que hicieron la Campaña Naval de la Guerra del Guano y el Salitre, a la que fuimos arrastrados por cumplir la palabra empeñada en defensa de un pueblo hermano, a sabiendas de que el Perú se encontraba en total desarme, porque los políticos habían disuelto y licenciado el Ejército y la Marina en 1872, y cuando la amenaza era inminente, esos mismos políticos se permitieron llamar “alarmistas” a Grau y los oficiales de Marina que reclamaban la compra de buques para enfrentar al poder inglés que apoyaba a los chilenos. El presidente que sabía que Chile estaba armado con los acorazados, decía: “Mi compadre Pinto (por el presidente de Chile) no me va a hacer la guerra”.

Lo lamentable es que 130 años después, los políticos de nuestros días siguen con la tradicional irresponsabilidad. El presidente es el único ser en el mundo que no ve cómo se han armado los chilenos, y como no tiene un compadre allá, tranquilamente propone con insistencia “el desarme”. No quiere entender que su deber es velar por la defensa en el mismo nivel que el desarrollo que promueve.

Siendo imposible establecer comparación de poderes combatientes, sí es posible comparar los hombres. Tenemos muchas sorpresas sobre el carácter de los combatientes. Hay muestras de incompetencia profesional y de cobardía y de quienes nos invadieron, realidades que los historiadores peruanos nunca nos han contado, razón por la que algunos peruanos creen que la guerra la perdimos ante un pueblo mejor dotado o más guerrero.

Pero la verdad es diferente. Quienes hoy nos hacen tantos ademanes de valientes y prepotentes, hasta se permiten amenazarnos, son los que en 1866 no fueron valientes para defender su honor nacional y nos pidieron auxilio.

Son los que según el historiador chileno Francisco Encinas entraron en PANICO, cuando el almirante Pareja amenazó con bombardear Valparaíso. Claro que los defendimos enfrentando en costas chilenas a la escuadra española en el Combate Naval de Abtao, el 7 de febrero de 1866.
Es bueno remarcar que la escuadra que sembró el pánico en Chile, es la misma que nosotros derrotamos solos –sin pedir auxilio a nadie- aquel glorioso 2 de Mayo de 1866 en el Callao. Lo triste es que 13 años después, ese país nos invadió…

Con informaciones de historiadores chilenos y algunos neutrales, vamos a demostrar que hombre a hombre, los invasores chilenos nunca fueron mejores.

Tan notoria era la incapacidad de los oficiales de marina, que el gobierno chileno nombró un civil –Rafael Sotomayor- Ministro de Guerra en Campaña que embarcó para controlar a sus oficiales; así como otro civil, el abogado Eulogio Altamirano, como Comandante General de la Escuadra.

No en vano, el Ministro de RREE chileno Santa María le escribe al Ministro del Interior Antonio Varas, en la que comentando la actuación de su almirante Juan Williams Rebolledo, le dice: “no conservo ilusión alguna, ayer he llegado a llorar de amargura, Williams no es el hombre que creíamos, ha llegado a decirme que todos nuestros buques no sirven para nada y nuestros blindados no pueden batirse con el Huáscar”.

Con 2 acorazados, cada uno de 3,400 toneladas, 6 cañones de 300 libras y una coraza de 9 pulgadas, en las que rebotaban los perdigones gigantes que disparaban cada 7 minutos los 2 cañones del pequeño Huáscar de 1,200 toneladas, que se cargaban como los arcabuces de Pizarro, por la boca. Con esta tremenda diferencia, los chilenos se morían de miedo porque creían que Grau tenía los proyectiles perforantes Pallitzer.

El historiador italiano Tomás Caivano dice: “El Perú casi sin marina, tenía marinos valerosos e inteligentes que sabían sacar todo partido posible a los débiles y mezquinos elementos puestos a su disposición, mientras que Chile con una magnífica marina que en otras manos hubiera sido poderosísima, carecía completamente de buenos marinos”.

La primera prueba de la diferente clase de hombres en combate, la tuvimos una semana después de declarada la guerra, el 12 de Abril de 1879, cuando en aguas de Chipana, el mejor oficial chileno Latorre al mando de una moderna corbeta con cañones de 140 libras, huyó sin presentar combate ante la persecución de nuestra pequeña y anticuada corbeta de madera, la Pilcomayo de 600 toneladas (una bolichera) con un cañón de 70 libras, es decir, la mitad de potencia y de alcance que los cañones de la chilena.

Y lo más gracioso es que el historiador chileno Luis Langlois describe perfectamente la huida del chileno favorecida por la falla de la caldera de la Pilcomayo, pero concluye que el perseguidor muestra incapacidad, mientras que el perseguido demostró la pericia y valor. Así, leemos: “Los peruanos tuvieron que gobernar para dar caza; la Magallanes forzó el andar para continuar su rumbo. La Pilcomayo por la popa. Más, al cabo de una hora de cañoneo, empieza a escapar vapor y disminuyó su andar, dejando a la Magallanes que siga su ruta. Este combate iba a demostrar la incapacidad del jefe peruano y a la vez demostró pericia y valor del comandante chileno, el éxito corona una vez más a quien arriesga y afronta con valentía y decisión la empresa”.

Con mentiras como ésta han engañado a su pueblo para envalentonarlo –mientras tengan más armas- con un pasado ficticio que les cuentan. Es por eso que ahora sí estamos listos para hablar el mismo lenguaje: ¡A la razón con razones…a la fuerza, con más fuerza!

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