Por Rosendo Fraga
La tecnología de las comunicaciones es la clave de la hiperglobalización del mundo entre fines del siglo XX y comienzos del XXI.
Ello proyectó mundialmente dos catástrofes sufridas por Chile en los últimos meses: el terremoto y el derrumbe que enterró en vida los 33 mineros.
En ambos casos, la imagen de los presidentes chilenos salió fortalecida en el país. A Bachelet le tocó enfrentar la primera en los últimos días de su gestión. Pero más allá de errores iniciales, ella dejó el poder con 84% de aprobación- la misma con la cual está terminando Lula- siendo la más alta de cualquier presidente chileno desde que se realizan sondeos.
A su vez Piñera ha tenido una mejora sustancial en su imagen dentro de Chile, por su actuación y su presencia en el rescate de los mineros. Incluso este hecho y su fuerte exposición pública, transformó en figura política nacional al hasta entonces desconocido Ministro de Minería.
Pero no sólo en ambos casos salió fortalecida la imagen de dos presidentes que se sucedieron y que pertenecen a fuerzas políticas opuestas, sino que la imagen que proyectó Chile ante el mundo lo favoreció.
Se trata de un país con capacidad para enfrentar desgracias y superarlas con rapidez. Una sociedad que frente a la adversidad, no se distrae en adjudicar culpas, sino en concentrarse en los esfuerzos necesarios para resolver los problemas.
Hasta ahora, Chile había demostrado ante el mundo éxito económico e institucionalidad. Para el PNUD, es el país de América Latina con mayor desarrollo humano (IDH), ocupando el puesto 44 en el mundo. Para las calificadoras de riesgo es el país de la región con mayor confiabilidad financiera. Para Transparency International es el país latinoamericano con mayor transparencia.
Ahora suma haber puesto de manifiesto un carácter nacional puesto a prueba con éxito en la adversidad y un fuerte sentido de unidad.
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