jueves, enero 21, 2010

El tono chileno

Aunque, como es natural, les duela a los progresistas, la victoria de la derecha democrática en Chile representa el fin de la transición después de la amarga y genocida dictadura de Pinochet.

Con todo, lo más destacable de la alternancia es, para los ojos perplejos de los observadores españoles, el tono político dominante en aquel país de nuestra estirpe.
En Chile, probablemente el país más culto y educado de Iberoamérica, el debate político sigue las reglas de la cortesía.

Los contendientes ideológicos no se insultan, ni siquiera se descalifican, y la controversia pública se mantiene dentro del marco formal que, fuera de la política, suele utilizar en todas partes la gente civilizada, lejos del grito y del dicterio. Es más: por la peculiaridad del sistema electoral, son más frecuentes las discusiones públicas -siempre de guante blanco- entre correligionarios que compiten por el mismo escaño que las que se dan entre políticos de filias diversas, cuya distancia ya se considera obvia y suficientemente conocida.

Quizá fuera tiempo de meditar aquí si, por razones que habrá que analizar, no hemos ido demasiado lejos al admitir tanta acritud en el debate político. Al recurrir tan a menudo a la descalificación, al grito y al insulto, con el pobre y falso argumento de que es lo habitual en todas partes. En Chile no, sin ir más lejos.

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