Sublime Chile, 2010

Señor director:

Soy una periodista venezolana y española: llegué a Chile con la alegría de saberme en la tierra que acogió a Bello. Vine con la alegría de compartir principios y valores tras un doctorado en filosofía en España, y el orgullo cosmopolita de vivir en una democracia que ojalá no pierda de vista a la participación ciudadana en el diálogo y logro de las políticas públicas.

Y Chile este 2010 nos permitió presenciar un momento que quizá olvidamos con frecuencia: la unión de ética y estética. El rescate de los mineros que, además de evento global, me hizo recordar -en ese primer minuto de aire respirable cuando el primer minero se abraza con otro ser humano en la superficie-, el concepto de "lo sublime", que es precisamente la unión de ética y estética.

El filósofo Kant reflexionaba sobre el cielo estrellado y la ley moral en él (en mí) para denotar qué nos hacía ser "buenos" o cuestionarnos el mal: el deslumbrarnos por un cielo de luz en la noche oscura o atender las reglas sobre el bien que hemos interiorizado, pues ver aquel 13 de octubre a esta humanidad conmovida o movida por este bien particular -los millones de personas que siguieron los hechos-; experimentar esa belleza en estos hombres símbolo de esta humanidad doliente que nos dieron su ejemplo del sentido ético del bien en la vida luchada y en la vida por venir. Fue un momento sublime para la humanidad.

Y ese rescate nos coloca de frente ante el viraje de los conceptos espacio-tiempo y una nueva responsabilidad: seguir defendiendo la dignidad humana o perecer con el bien conquistado. Entonces, e incluso tras el terremoto, nos queda llorar de alegría al amar la vida por encima de todo. Ese es el sublime Chile que 2010 nos deja a extranjeros y a los propios chilenos.

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