Artículo colombiano: Y seguimos honrando a Chile

En nuestra condición de ciudadanos del mundo, hemos sido testigos en un lapso relativamente corto, de episodios significativos vividos por los chilenos, cuya trascendencia es incomparable, con situaciones de otros países y latitudes, a lo largo de la historia contemporánea.

El terremoto ocurrido en Chile apenas hace unos meses, y la forma como el país lo enfrentó y superó, y el reciente suceso de los mineros rescatados en jornadas épicas, evitando que el hecho se convirtiese en un desastre, al transformarlo en lo que fue, son dos hechos trascendentales en la vida de esta nación, que han sido aplaudidos y admirados por el mundo.

Los medios de comunicación del orbe, en todas las latitudes e idiomas, han dado testimonio de la admiración que todos sentimos por el bello país austral.

Al decir de los yoguis, el corazón es el punto de unión entre la mente y el cuerpo, y tal vez por eso la plenitud de las emociones y sentimientos de felicidad se perciben en este órgano.

Mente y cuerpo unidos captando y viviendo el pleno sentimiento de la felicidad, ponen a saltar el corazón.

Deepack Chopra, médico, escritor, y líder de talla mundial en el campo de la mente y la espiritualidad del potencial humano, dice en uno de sus libros que “las leyes de la naturaleza son el pensamiento de Dios, y la ciencia es la manera como Dios nos enseña a explicarse a sí mismo”.

La procreación, y la conservación de la especie humana, son leyes fundamentales de la naturaleza, y encierran en sí un milagro. Se pueden equiparar y comparar, en consecuencia, porque permiten al hombre ser coautor de la vida; traer al mundo un hijo, y salvar una vida, son por eso mismo actos trascendentales que proporcionan una felicidad inmensa. Los países del mundo han sido testigos casi presenciales de cómo se salvan vidas, cuando hay un sentimiento de unidad total alrededor de un propósito, y de un deseo.

El infinito poder de la oración, de los buenos deseos de salvación y de vida nueva, desencadenado desde todas las familias chilenas, desde cada hogar y cada coterráneo, y regado por el mundo, hizo el milagro. Tal vez esta sea la razón por la cual la dicha de millones de personas en el mundo, se vivió casi que con la misma intensidad de los chilenos, dueños del episodio, y poseedores directos de su emoción.

Rescatar personas de las garras de la muerte, sacándolas de las entrañas de la tierra, fue un hecho que hace historia desde ya.

Pero el comportamiento del pueblo chileno no es circunstancial, ni amarrado a hechos puntuales; es su idiosincrasia, su talante y su carácter, dignos de admirar, e imitar. Y su felicidad, es la alegría que contagia al mundo, y a cada persona que se emociona con la vida y el amor.

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