lunes, octubre 04, 2010

Comer con los hijos los protege de vicios como el alcohol y las drogas

Estudio demuestra que esta tradición familiar ayuda a evitar que caigan en malos hábitos

Santiago de Chile. Un estudio revelado hace poco en Estados Unidos mostró que compartir la mesa con los hijos adolescentes más de cinco veces a la semana los protege contra vicios como el cigarrillo, el alcohol y las drogas.

La investigación fue publicada bajo el título 'La importancia de las comidas familiares VI' y fue desarrollada por el Centro Nacional en Adicción y Abuso de Sustancias (Casa), de la Universidad de Columbia.

Casa trabajó con 1.055 estadounidenses de 12 a 17 años y con 456 padres de estos chicos, vía Internet. Y a esta muestra se sumó una serie de encuestas telefónicas.

Uno de los hallazgos más interesantes es que aquellos adolescentes que cenan cinco o más veces a la semana con sus papás tienen dos veces menos riesgos de fumar, casi dos veces menos posibilidades de beber alcohol y la mitad de probabilidades de usar marihuana, que aquellos chicos que cenan menos de tres veces a la semana en familia.

"La magia que sucede en las cenas familiares no es la comida en la mesa, sino la comunicación y las conversaciones a su alrededor", explica Kathleen Ferrigno, vocera de Casa y directora de la iniciativa 'Un día de cena con tus hijos'.

En Chile, sólo el 11 por ciento de los menores de edad come con sus papás todos los días de la semana, el 13,1 por ciento lo hace más de cuatro veces y el 24 por ciento jamás come en familia.
Los datos, además, mostraron que mientras más frecuente es la comida familiar, menor es la prevalencia de consumo de cualquier tipo de drogas. "El involucramiento parental es imprescindible cuando el adolescente sale de la supervisión directa de los padres y se involucra en el grupo de pares", explica Eduardo Valenzuela, director del Instituto de Sociología de la Universidad Católica de Chile.

La idea, explica, es tener "padres involucrados", atentos a lo que sus hijos hacen puertas afuera. Y "un lugar de monitoreo muy eficaz es la conversación en la mesa, a condición de que se deje hablar a los niños y jóvenes, y que los padres escuchen y hablen con inteligencia".

Este punto es fundamental, subraya la psicóloga Macarena López, de la Unidad de Adolescencia de la Clínica Santa Sofía, pues "esa conversación no puede convertirse en un interrogatorio; eso solo hará que ellos se nieguen a hablar".

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