El mecanismo actual de comunicación con los mineros que se encuentran en el refugio a 700 metros de profundidad es un tubo de PCV en cuyo interior los rescatistas pueden colocar mensajes, medicinas y hasta alimentos líquidos. Esta cápsula, atada a un cable, es descendida por el agujero de 8 centímetros de diámetro por el cual entró la sonda que detectó vida en el refugio. Los mineros abren la paloma, sacan su contenido y colocan en ella mensajes. A una señal, desde arriba vuelven a izar la cápsula.
Lo curioso es que la palabra paloma, aplicada a estos artefactos, proviene de la jerga carcelaria de los países del Cono Sur. En el encierro, como en toda situación límite, el ingenio humano supera casi cualquier barrera. Y la paloma es el medio que inventaron los internos para comunicarse o pedir algo entre pabellones o celdas cercanas.
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