Un estudio de la U. Andres Bello revela cómo este evento provocó grandes cambios en la biodiversidad costera. Las algas, que sirven de refugio y alimento a los peces, desaparecieron, y los invertebrados, varios endémicos, mermaron fuertemente su población.
Al sur del poblado de San Juan Bautista, en la isla Robinson Crusoe, se encuentra la playa El Palillo. Ahí se ubica el único tramo submarino del Sendero de Chile, de 500 metros, que lleva hasta una zona conocida como El Adriático, lugar privilegiado para la práctica del buceo y la fotografía submarina. Pero las tres olas de 10 metros de altura que azotaron al archipiélago de Juan Fernández tras el terremoto del 27 de febrero, provocaron graves daños a las especies que habitan en esta zona intermareal, que es aquella que afecta a los cambios de las mareas.
Así lo afirma Pablo Díaz, biólogo marino de la U. Andres Bello, quien realizó en 2007, junto a otros colegas de esta casa de estudios, un trabajo de cuantificación y distribución de los organismos marinos de esta zona. El 27 de febrero se encontraba en la isla, por eso, no dudó en usar los datos que había recogido en 2007 para hacer un nuevo inventario para comparar la situación pre y post tsunami.
LOS DAMNIFICADOS
El nuevo estudio arrojó resultados dramáticos: el tsunami arrasó con un 35% del número de especies catastradas. Así, por ejemplo, mientras en 2007 existían nueve especies de invertebrados y cinco de algas, después del tsunami, quedaron siete especies de invertebrados y solo dos de algas. Además, la abundancia de sus poblaciones bajó considerablemente.
Una de las especies que desapareció fue un alga conocida como lechuga de mar la que, hasta antes del tsunami, cubría el 57% de la zona media del intermareal. Otras especies sobrevivieron, pero vieron mermada su población. Es el caso del caracol Austrolittorina fernandezensis, cuya presencia bajó de un 19,3% a un 2,7% tras el maremoto o la Diloma crusoena cuya cobertura se redujo desde un 22,7% hasta un 5%. ¿Su riesgo? Que sólo se reproduzcan entre ellos y se merme su variabilidad genética, lo que podría amenazar su existencia local. "Sólo con estudios genéticos se podrá determinar cuán amenazadas están esas poblaciones".
Díaz explica que si bien las algas volverán a colonizar la zona, lo harán "en un par de años". Y aunque, aclara, la situación no pone en peligro la biodiversidad del archipiélago, sí ha generado un efecto inmediato: los peces que utilizaban estos bancos de algas como lugar de refugio y alimento se han desplazado hacia otras zonas de la costa donde estos recursos sí están disponibles. Algo que podría perturbar las comunidades de otras zonas costeras debido a la llegada de estos nuevos organismos en busca de alimento y refugio.
Los efectos bajo el agua
Pablo Díaz, con la ayuda de buzos tácticos de la fragata Condell de la Armada de Chile, también realizó un recorrido submarino por la zona sumergida del Sendero de Chile y pudo observar todos los restos que el tsunami dejó bajo las aguas, entre los que se encuentran medidores de luz, una tina de baño, restos de techos de casa y pedazos de vidrios. Asimismo advirtió la presencia de sectores de entre 10 y 15 metros de longitud, donde las especies fueron arrancadas de cuajo y no se observa ningún tipo de vida. En junio, 30 voluntarios de la Asociación de Voluntarios Independientes ayudó a limpiar el fondo marino, retirando ocho toneladas de desechos.
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